Entre “dos memorias”…
de Juan Duns Scoto
El pasado 8 de noviembre, fue la segunda vez que celebré, en estas
tierras peruanas, la memoria del Beato Juan Duns Scoto, fraile franciscano que,
como bien sabéis, junto a santo Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham, fueron
tres filósofos-teólogos muy importantes en la baja edad media por sus
aportaciones, tanto a la filosofía como a la teología.
Pues bien, entre el 8 de noviembre de 2022 y el 8 de noviembre de 2023,
si las matemáticas no me fallan, ha pasado todo un año. Año en el que he tenido
que aprender a vivir en esta tierra y con estas gentes. Año en el que he tenido
que aprender muchas cosas y muy rápido para evitar que la selva me gane y no me
eche.
Y lo primero que uno descubre, sentado frente al tramo de rio que se
puede contemplar desde unos de los bancos que hay en el paseo frente a mi casa,
es que, pase lo que pase, este río siempre lleva un ritmo constante. Aunque es
cierto que se dirige hacia su desaparición, por ser uno de los afluentes del
Amazonas. Pero, aun así, este río siempre lleva su propio ritmo. No hay nada ni
nadie que pueda perturbar su “caminar” lento, pausado, pero firme y constante.
Este río es a la vez de vida y de muerte. De vida porque muchísimas
personas viven de él y en él… pescadores, “manejadores” de lanchas,
peque-peques, rápidos. Mucha gente depende del río para poder vivir.
Pero también es de muerte. Cuando el río crece por las lluvias y
deshielo, arrasa con todo lo que se ponga a su paso, puede cambiar su curso
destruyendo chacras, haciendo desaparecer poblados enteros…
Y ese pensamiento me pone en mi lugar, hace que me pregunte, ¿cómo me
posiciono frente a la vida en esta tierra?
Y lo cierto es que no hay que aspirar a grandes proyectos… basta con
tener un objetivo y dirigirse hacia él con un caminar sereno, seguro de lo que debes
hacer, aunque encuentres dificultades. Pero teniendo muy claro que todo esto no
depende de ti, sino que es cosa de Dios, es él quien me ha traído aquí, y es él
quien sabe lo que se debe hacer. Tú sólo eres su instrumento y debes caminar al
ritmo que marque Dios, que es un Padre Bueno.
La vida que me propongo vivir en esta tierra, debe ir impregnada de Dios,
y debe ir destinada a terminar en Dios. Y teniendo esto claro, mi caminar se
convierte, como el paso del río por esta ciudad, en paso constante, sereno,
tranquilo, pero seguro de lo que hago.
Otra cosa con la que he tenido que aprende a lidiar es con el clima. Por
la situación geográfica de esta zona, y por encontrarme en plena selva amazónica,
las temperaturas son bastante altas, no tanto por el calor en sí sino por la
humedad, que casi siempre es superior al 75%. Eso hace que la sensación térmica
sea muy alta.
De vez en cuando, aparecen días de “friaje” que es como llaman, las
personas de este lugar, a esos días en los que la temperatura baja
considerablemente, y suelen venir acompañadas de vientos fríos. La sensación
térmica puede llegar a los 10 grados. Eso hace que estas gentes “se congelen”
de frío. No están acostumbradas a estas temperaturas tan bajas, y no es raro
verlos con gorros de lana, plumas, incluso algún forro polar.
Yo, en cambio, me encuentro muy cómodo con ese tiempo. Desde que estoy en
esta tierra, tan solo en un par de días, he tenido que usar una camisa de manga
larga. Como digo, para mí son una bendición esos días en los que la temperatura
no llega a los 20 grados. Pero entiendo que para ellos no.
Esto me hace caer en la cuenta sobre las distintas formas que hay de “ver
y percibir” la vida. No todo el mundo tiene la misma percepción de lo que puede
estar ocurriendo en ese momento. No podemos estar de acuerdo siempre. Cada uno
tiene su propia visión, su propia postura frente a la vida, que lógicamente
implica la postura de otros, pero eso no impide que mi visión sea solo mía. Yo
tendré mi propia visión que estará influenciada por la experiencia acumulada,
la formación que haya podido recibir, el estado de ánimo que pueda estar
viviendo en ese momento, y un largo etc. Y mi vecino tendrá una visión distinta
de esa misma situación por las mismas razones que yo.
Lo único que no cambia es la Vida misma. La Vida sigue su curso, como el
río, de manera imperturbable. Paso a paso. Y esa Vida que pasa por delante de
cada uno ya no vuelve más; o te apuntas a vivirla y disfrutarla al máximo, o termina
arrollándote.
Lo mismo ocurre con Dios. “Dios es
el que es”. Cada uno tendrá su propia “visión” según su propia experiencia.
Y tratar de buscarle una explicación o definición, sería tiempo perdido. A Dios
hay que vivirlo, contagiarlo, contarlo, compartirlo, alabarlo… Dios no cambia,
es el mismo ayer, hoy y siempre. Los que cambiamos somos nosotros.
Dios es el Uno, el Trino, el Santo, el que hace maravillas…
Dios es el Altísimo, el omnipotente, el Padre santo…
Dios es el bien, el todo bien, el sumo bien…
Dios es el Señor vivo y verdadero…
Dios es la belleza, el amor, la caridad, la sabiduría, la
humildad, la paciencia…
Dios es nuestra esperanza, nuestra fe, nuestra caridad…
Dios es el que Es.
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